Miranda
Mujeres indígenas amazónicas, andinas y ecofeministas iniciaron una alianza para visibilizar los procesos de luchas en la defensa de sus cuerpos y territorios. El enfrentamiento que realizan las comunidades indígenas contra las empresas extractivistas que ingresan a sus territorios, más de las veces con el aval del Estado, es permanente, sin tomar en cuenta cómo afecta la vida de las mujeres y los hombres. La presencia de las empresas extractivistas conlleva que estas sean sometidas a una serie de situaciones que va desde la violencia sobre sus cuerpos, como el despojo de sus territorios.
En los últimos años, además de enfrentar a los extractivismos, ahora existen las economías ilegales que van en crecimiento. El Estado no asume su responsabilidad de protección a las comunidades indígenas; por el contrario, no se responsabiliza de lo que les pasa. La minería ilegal produce una serie de problemas, entre ellos, se apropia del cuerpo de las mujeres a través del secuestro de niñas, adolescentes y adultas para la trata. La denuncia que se realiza de la tala ilegal termina con la criminalización de las lideresas y la amenaza permanente, además del asesinato de dirigentes que se enfrentan en la defensa de sus territorios; otro gran problema es que estas mafias, en la mayoría de las situaciones, los obligan a abandonar sus tierras y entrar más hacia el monte. Frente a toda esta situación, la ciudadanía está ajena pensando que se trata del “problema” de los y las indígenas y no considerando el aporte en defensa de la Amazonía como un bien para la humanidad.
En el caso de las indígenas andinas, la lucha viene por la defensa del agua y las tierras agrícolas, la presencia de la gran minería que se apropia de sus territorios, de igual manera sin escrúpulos amenaza y ejerce violencia sobre las poblaciones indígenas. La contaminación del agua y el territorio ocasiona la muerte de sus animales, infertilidad de sus terrenos agrícolas y la afectación directa a la salud de las mujeres. Eso les conduce a la pobreza y a la presencia de enfermedades producto de la contaminación de metales. Tampoco es ajena la violencia de género que se ejerce por parte de los involucrados en la minería. De este modo, se propicia la trata de mujeres, el feminicidio y la violencia sexual.
Esto implica reconocer que las mujeres indígenas sufren de discriminación múltiple, a nivel individual por su condición como personas pertenecientes a pueblos indígenas; y por otro motivo como, por ejemplo: edad, género, orientación sexual, identidad y expresión de género, discapacidad, condición de migrante; que el Estado no visibiliza de forma diferenciada, acrecentando las vulneraciones de las cuales las mujeres son víctimas.
La agenda de las mujeres durante estos años ha colocado en el espacio público la necesidad de reconocer su participación, estar libres de violencia, el reconocimiento a su participación en la defensa de su identidad cultural y su aporte a la defensa de la biodiversidad como guardianas del bosque y de las costumbres ancestrales.
Por esta razón, consideramos que el modelo económico neoliberal, patriarcal y colonialista solo pretende maximizar la rentabilidad del capital a costa de ignorar y sacrificar las condiciones de vida de las mujeres en sus comunidades indígenas directamente afectadas. Las empresas extractivistas solo están interesadas en la rentabilidad, no son capaces de reconocer el daño que producen en el cuerpo de las mujeres y en sus vidas. Al Estado, por su parte, tampoco le interesa la vida de las mujeres indígenas, en la medida en que son consideradas ciudadanas de segundo orden: solo le interesa demostrar que es un país rentable que apuesta por el desarrollo, gracias al extractivismo que impone a los pueblos indígenas, defensores de los bienes de la naturaleza, un modelo ajeno a su realidad.
Las mujeres organizadas en federaciones regionales y nacionales están convencidas de que, para lograr el respeto irrestricto de sus derechos individuales y colectivos, deben también articularse con otros movimientos nacionales e internacionales, para denunciar la violencia en sus comunidades y la persecución de sus lideresas defensoras de la naturaleza. Llamamos a ser parte de este proceso de lucha en defensa de la Amazonía y, especialmente, de la vida de las mujeres lideresas.