Dante Pfeiffer
Los poderes del estado empresarial supuran corrupción por todos lados y la miseria toca más puertas de los humildes y se queda a exprimirles lo poco que les queda de humanidad. Voces de las más prudentes, como el diplomático peruano Manuel Rodríguez Cuadros ha sentenciado que “el sistema político ha colapsado”1 y no exagera, pues tenemos:
1.- Un Ejecutivo con un rosario de denuncias desde corrupción hasta asesinatos impunes. Un Legislativo capturado por radicales extremistas, en su mayoría representantes de los intereses de toda gama de burócratas, empresarios corruptores, sean ilegales, informales o legales que buscan medrar del país y sus recursos para mantener a la población vulnerable y sin derechos, como abnegados siervos coloniales. Un Poder Judicial que no se recupera de la proliferación política corrupta de “hermanitos”, “cuellos blancos” y organizaciones criminales que cooptan fiscales, jueces y abogados.
2.- Unas Fuerzas Armadas y Policiales fuertemente ideologizadas, capaces de procesar como parte de su deber la eliminación de civiles inermes, al punto de celebrar las matanzas como victorias; o filmarse “reventando” una universidad, al extremo de sentirse en un estado de heroicidad permanente, cuando en realidad están infectados de organizaciones criminales que engordan de manera alarmante y escandalosa las cifras referentes a la inseguridad ciudadana, con titulares de atracos, robos y asesinatos. La oficialidad de las FF. AA. hace muchas décadas ha ido fortaleciendo su origen de casta y actualmente se ha convertido en abiertamente deliberante y decisora de la política nacional, muchos de sus altos grados degeneran en componendas que se agudizan sin control por la facultad que tienen de ocupar escaños en el Congreso: no solo tienen el monopolio de las armas, sino que también han recuperado el privilegio de hacer política partidaria.
3.- Una Iglesia que, al margen de la gestión de donaciones y prácticas de caridad, cada vez más disminuidas, se ha recluido en sus conventos y negocios de labor social (escuelas, cementerios, terrenos, empresas, etc.); abandonando su tarea misionera y defensa de los más pobres. Esta institución también se encuentra desbordada por acusaciones de pederastia y abuso de toda índole. En el Perú, la orden de Sodalicio de Vida Cristiana no solo regurgita delitos de pederastia, violencia física y sicológica, sino que está inmiscuida en lavado de activos, usurpación de grandes extensiones de tierras y cuenta con poderosos vínculos en los distintos estamentos del poder en el país.
Entonces, si tenemos los poderes capitalistas que hieden miasmas en un estado de decadencia general ¿por qué los trabajadores no irrumpen en protestas masivas, derriban gobiernos y ponen a representantes de su clase en cada estamento de la sociedad?
Es que los trabajadores no solo hemos sufrido sistemáticamente los golpes cada vez más agresivos y violentos por parte de los gobiernos de turno, no solo no tenemos partidos políticos que representen a la clase trabajadora, sino que se nos soslaya o ignora. La ideología dominante, que es la ideología de la clase dominante, la del pragmatismo neoliberal, la del “empredendurismo”, la del arribismo, la del ultraindividualismo, y la ignorancia supina, luego de 30 años, ha hegemonizado todos los espacios de organización de los trabajadores, corrompiendo sus filas, generando confusión y desmoralización. El derrumbe del socialismo real, la caída del estalinismo o socialismo en un solo país (y por lo tanto en ningún otro), la del burocratismo sindical en el mundo; y en el Perú, el levantamiento armado de los 80 de una organización reaccionaria y sectaria arropada de verborrea revolucionaria, han contribuido a la desorganización y desilusión de los trabajadores.
Nos encontramos en un retroceso y repliegue que no podemos remontar:
A. La caída y el encarcelamiento irregular del presidente Pedro Castillo el 7 de diciembre del 2022 –que por ser de extracción campesina y sindical fue aborrecido desde el primer día de gobierno por los poderes fácticos– provocaron un estallido popular a nivel nacional. De este modo, fueron campesinos y trabajadores precarios los que se aglutinaron en las calles, pero los sindicatos de trabajadores fueron los grandes ausentes. El Gobierno optó por movilizar al Ejército y la policía provistos de armamentos letales de largo alcance con órdenes de matar, y con un discurso constante de satanización a los protestantes, apoyado por los principales medios de comunicación, calificando a los manifestantes de “terroristas”. El saldo: incontables heridos y más de medio centenar de muertos, acallando, con el terror, las protestas populares.
B. Las organizaciones políticas protestantes y disconformes no se reúnen en la actualidad por un programa, sino bajo un caudillo, sea Antauro, que conforma esa derecha populista de corte racial y fascista; o algunos que toman el nombre de Pedro Castillo ocultando sus intereses de clase; y otras organizaciones que buscan juntar a pequeños empresarios (comerciantes) o trabajadores bajo un programa gaseoso y vacilante; todas estas organizaciones no tienen el fin prioritario de forjar poder popular, sino surgen con estrictos fines electorales, a sabiendas de que los organismos electorales terminarán copados por el actual poder corrupto. En general, la gran mayoría de organizaciones políticas prefieren defender alguna política identitaria, sea de raza o de género; y se colocan en una posición “posmarxista”, rechazando la teoría marxista acusándola de reductiva y totalizadora, que no los defiende del patriarcado, del racismo y que niega la diversidad cultural2, atomizando en la práctica y diluyendo aún más, la lucha popular.
C. Los sindicatos en la práctica han dejado de defender a la clase, salvo excepciones, defienden con tanta desesperación sus intereses personales, gremiales o de afiliados al punto de provocar enfrentamientos entre gremios en el sector estatal; u oponerse, en el sector privado, a que los beneficios económicos logrados en un pliego se puedan extender a los no sindicalizados, que son la mayoría de trabajadores; reculando a los principios con los cuales se originó el sindicalismo en el mundo.
D. Los trabajadores en general se encuentran abocados a sus trabajos o labores rutinarias de sobrevivencia o de desarrollo individual trabajando largas jornadas con sobretiempos; impotentes de prever o reaccionar al copamiento desembozado de poderes por parte de la lumpemburguesía o a un agudizamiento mayor de la pobreza y posibles explosiones inflacionarias. La percepción de que hay esperanzas en este sistema capitalista, a pesar del descalabro social y ambiental, todavía es medianamente alta.
E. Se sigue manteniendo, a pesar de la caída del régimen fujimorista, por más de 30 años la Constitución aberrante del 93, parchada descaradamente por el lumpemempresariado; manteniéndose una fuerte tendencia antipartido, que ha contribuido en la desorganización por parte de los trabajadores, por lo tanto, no hay ningún contrapeso y por eso la abierta corrupción, materializada en la unión de partidos extremistas conservadores y reaccionarios conocidos como “fujicerronistas” y no tienen ningún contrapeso político. Las diversas organizaciones populares, que han surgido desde este milenio, han estado abocadas al inmediatismo, a la carrera electoral, buscar alguna “cuota de poder” o simplemente un puesto en el sector público y hasta el momento no han cuajado como el contrapeso necesario para hacer frente a la burguesía o gran empresariado.
Nos encontramos en un estado que Gramsci lo definía como crisis orgánica, que es el punto en que los grupos sociales se separan de los partidos, la clase dominante se deslegitima y hay una crisis estatal en su conjunto; entonces el campo queda abierto a situaciones de fuerza, a la actividad de potencias oscuras representadas por hombres providenciales o carismáticos3, en nuestro caso por supuesto que no estamos en una situación revolucionaria, sino para perjuicio de los trabajadores, es la consolidación de la reacción, ya que el carácter más o menos revolucionario está dado por el nivel previo de autonomía y organización de la clase obrera, que actualmente se encuentra en una crisis de identidad.
¿QUÉ HACER?
Debemos fortalecer las organizaciones populares, sindicales, organizaciones de base, educándonos, formando cuadros políticos, fomentando actividades de apoyo mutuo y solidarias, de prensa sindical y popular, actividades culturales y coordinadoras de lucha que fomenten e incluyan en sus filas a organizaciones de trabajadores, es decir, desarrollar la conciencia de clase evidentemente debilitada por las tendencias disgregadoras arriba expuestas, sincerar la participación popular por medio del debate político, que no nieguen la participación de partidos políticos que sean favorables a los intereses de los trabajadores por encima del capital, rechazando de plano organizaciones empresariales; lo que no significa que no se pueda apoyar algún sector empresarial, ya que la situación actual amerita que no seamos indiferentes a la lucha interburguesa; analizando las consecuencias del apoyo o indiferencia que optemos, apoyar al sector menos cruel, que sea respetuoso de las formas, pero nunca que forme parte orgánica de nuestras filas; podemos luchar juntos en alguna causa común; sin embargo, no debemos permitir que ingresen a nuestras organizaciones, porque su poder inherente al capital corromperá y cooptará dirigentes populares de lo que tenemos desdichadas experiencias.
Los distintos partidos políticos favorables a los trabajadores deben participar de estas coordinadoras contribuyendo con la formación política de las organizaciones de trabajadores y puedan formar los cuadros políticos que necesitamos, cuajados en las discusiones teóricas y en las prácticas de lucha, antes de pensar en alguna carrera electoral y oportunista. Una medida favorable a los trabajadores, por ejemplo, es abocarnos en una lucha conjunta por alcanzar la renta básica universal que el desarrollo de las fuerzas productivas exige, así como la escala móvil de salarios y horas de trabajo; sin descuidar la defensa del medio ambiente para proteger el planeta de la depredación y expropiación por capitales privados.
Estas prácticas madurarán nuestra conciencia de clase con la consiguiente conformación de innumerables asambleas populares, que nos permitirá forjar ese poder popular encaminado a cumplir el deber histórico de lograr un Gobierno de trabajadores con una estructura política de democracia real e inclusiva, que ineluctablemente enterrará la estructura de democracia burguesa exclusiva y excluyente, que actualmente nos domina, discrimina, corrompe y nos mata.
Mientras tanto, para evitar que las organizaciones más reaccionarias y conservadoras ya corrompidas por el sistema logren construir poderosos feudos corruptos y dañinos tanto en provincias como en la capital, debemos apoyar a los representantes que defienden el espíritu de justicia en la legalidad burguesa y están medianamente a favor de una mejor distribución de la riqueza, contra la gran mayoría empresarial que busca crear sus propias leyes injustas, feudales y caóticas.
NOTAS:
1 Programa “A pensar más con Rosa María Palacios” del 13/05/2024 transmitido por Radio Santa Rosa.
2 Mark Coeckelbergh, La filosofía política de la inteligencia artificial. Ediciones Cátedra, 2023.
3 Juan Dal Maso. El marxismo de Gramsci. 1ra ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Ediciones IPS 2019.